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4 diciembre 2013
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Los abuelos de hoy son una pieza clave
en el engranaje de la conciliación familiar, hasta el punto de que muchos se
han convertido en auténticos ‘canguros’ de sus nietos, permitiendo la
inserción laboral de sus hijos.
Pero además, no hay que olvidar el papel
que los abuelos juegan en el desarrollo del niño hacia un ser adulto. Se trata de una relación cada vez más cercana, duradera y generosa en
la que el niño disfruta y aprende de las experiencias de su abuelo, mientras
que este se siente útil, activo y responsable de su
pequeño descendiente.
Un estudio dirigido por Sara M. Moorman, profesora del
Departamento de Sociología y del Instituto sobre el Envejecimiento de la
Universidad de Boston argumenta cómo afecta psicológicamente a nietos y
abuelos el estar muy unidos.
Los mayores
recuperan ese espíritu de niño que llevan dentro y que abandonaron hace años, mientras que los más
jóvenes ven en ellos un modelo a seguir. Esta
relación de complicidad y afectividad hace que abuelos y
nietos se sientan más unidos y compartan muchos más intereses a pesar de la
diferencia generacional.
Esta complicidad de la que hablamos,
hace que los mayores le inculquen al niño, sin darse cuenta, una serie de
valores, actitudes y formas de pensar que formarán la personalidad del
pequeño y le harán más seguro de sí mismo en la edad adulta. Por eso, es importante
que los abuelos se sientan plenamente integrados en el núcleo familiar y
que formen parte de la vida cotidiana de sus hijos y nietos, ya que, por su
experiencia son un ejemplo para ellos.
Una relación estrecha entre abuelos y
nietos proporciona además de un cariño incondicional por ambas partes, una
mayor estabilidad y una excelente educación para los benjamines de la
familia. Y es que, los abuelos son la prueba
de que el amor verdadero existe.
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